DISPOSITIVOS ELECTRÓNICOS Y ASILOS VIRTUALES

La tecnología nos está enseñando a ser humanos de nuevo.
Simon Mainwaring

Sin intención de juzgar o demonizar el uso de los dispositivos electrónicos en las redes sociales, quisiera tratar en esta oportunidad el tema de los asilos virtuales como configuración de escenarios enunciativos que permiten crear realidades paralelas a la cotidianidad de los seres humanos. Muchas veces referida en cuanto incomunicación con respecto a la presencia física del otro en un espacio inmediato, e indudablemente, asumida a manera de contradicción dentro de un mundo sustentado por la vertiginosidad comunicacional, en el cual la inmediatez es elemento determinante para el intercambio de información.

Lo cierto es que el uso de los dispositivos electrónicos dentro de la cotidianidad, ha creado importantes e indiscutibles relaciones de significación entre enunciante y objeto, bajo la transferencia de profundas cargas afectivas. Por este motivo, en esta reflexión voy a referirme específicamente al teléfono móvil o celular, por ser el ejemplo más fehaciente de lo que deseo plasmar alrededor de las afinidades establecidas más allá de la necesidad y posibilidad de comunicarse, pues este dispositivo forma parte de la vida de las personas desde la más profunda dependencia, al formar parte no solo de las posibilidades de comunicarse e interactuar, sino de recluirse en espacios profundamente placenteros.

De allí el uso de la denominación de asilo virtual para interpretar desde la ontosemiótica, un objeto convertido en prolongación del sujeto a desbordar la simple interrelación física de uso y manipulación, al crear una relación de mutualidad para reconocerse en ese otro, habitando un espacio enunciativo que adquiere configuraciones de sitio de resguardo e intersubjetividad. En este sentido, mediante la interacción virtual van construyéndose mundos significantes de singular valor e importancia al momento de hacer interpretaciones sobre los tiempos actuales y su diversificación en la pandemia producida por el COVID-19, al proponer frente al distanciamiento físico, las cercanías virtuales.

Al respecto, el manejo de la denominación asilo virtual en ningún momento está orientada para seguir insistiendo en un aislamiento del enunciante a partir de su incursión en realidades paralelas a la cotidiana a través de dispositivos electrónicos, sino más bien, para determinar un lugar en el cual son construidas zonas de resguardo para intentar encontrar lo que se desea, en todo caso, zonas de confort para el reconocimiento del sí mismo y el otro en medio de una complementariedad intersubjetiva. Porque estos asilos virtuales no surgen precisamente con la aparición de los dispositivos electrónicos, ya existían en la práctica de poder abstraerse de un espacio mediante un mecanismo de conversión como la lectura, la meditación, el cine, la televisión. Pero indudablemente la combinatoria entre la facilidad de comunicación y la congruencia de lo íntimo-personal con el objeto para transmitir los mensajes, hacen del teléfono móvil, el escenario ideal para asilarse en una ‘realidad’, desde donde es posible reeditarse simbólicamente, redefinirse en cuanto proyección hacia un objeto del deseo.

En función de lo anterior, es preciso referir un primer momento de singular importancia para el proceso de construcción del asilo virtual, representado por la legación sensible del enunciante hacia el objeto a partir de un traslado icónico de una serie de recursos para su reconocimiento en la domesticidad por siempre habitada. Esto es, transfiere elementos de su espacio íntimo para crear una prolongación de éste en el espacio virtual, mostrar elementos identitarios que le permitan reconocerse y ser reconocido en la acción comunicativa a emprender consigo mismo y el otro. De esta manera ‘personaliza’ el objeto mediante la carga emotiva representada por los diversos mecanismos subjetivantes que fundan las particularidades desde las cuales va a enunciar, desde el tradicional avatar, fondos de pantalla, hasta la singularización de tonos para identificar las diferentes personas a comunicarse a través del dispositivo móvil.

Esta singularización del objeto destaca en todo sentido la intención del enunciante de crear un espacio íntimo dentro de un conglomerado cada vez más universal que se presta a diferentes prácticas para el acceso a la información, desde el simple fisgonear, hasta la búsqueda e intercambio académico para diferentes áreas del conocimiento. Por cierto, con respecto al fisgonear, éste ya no ocurre tras una cortina o ventana bajo el riesgo de ser descubierto, sino a través de los amplios espacios ofrecidos por los dispositivos electrónicos y sus zonas de confort, una práctica muy cercana al reality show y su afán de mostrar a los participantes en su domesticidad, hacerlos más cercanos al espectador con respecto a los recursos de construcción de la realidad proyectada, sin artilugios de corte ficcional.

Personalizado el objeto, sigue su establecimiento a modo de escenario de la enunciación que ha configurado un complejo sistema de codificación soportado por diversas variantes gráficas para hacer más explícito el mensaje, aun en su brevedad, al darle con los emoticones, gifs animados, stickers, un carácter mucho más dinámico a las exigencias del entorno comunicacional y los propósitos de los enunciantes. Un entorno en el cual la imagen juega un papel determinante a la hora de seducir con el mensaje, al momento de construir el perfil a representar al enunciante y orientar al otro en función de sus perspectivas e intereses. Al mismo tiempo representa la oportunidad de presentarse ante una comunidad virtual a partir de una minuciosa selección de la referencialidad de los mensajes direccionados de forma precisa a determinados aspectos que logran posicionar al enunciante dentro de esa realidad virtual.

Lo cierto es que entre lo humano y la virtualidad existe un vínculo indisoluble justificado por la necesidad de representar lo enunciado para lograr una mayor comprensión por parte de los interlocutores. Además, el lenguaje en su más esencial naturaleza, apunta hacia la virtualidad como eje icónico para ilustrar la referencialidad, logrando en estos momentos dimensiones meteóricas de expansión, bajo la combinatoria de medios convencionales con escenarios tan cercanos, íntimos y flexibles derivados de las tecnologías. Por ello en la práctica enunciativa utilizando dispositivos electrónicos existe un aspecto de vital importancia representado por la ‘migración’ del sujeto a un espacio enunciativo alternativo y su consiguiente transfiguración en sujeto virtual, bajo la construcción de renovadas relaciones de significación y construcción de lógicas de sentido.
Entonces no se trata de un simple ingreso a las redes sociales, es habitar un espacio de la comodidad y el placer donde es posible resarcir transitoriamente muchas situaciones de la vida diaria, encontrar la complementariedad y establecer espacios de resguardo mediante la conformación de consanguineidades ‘en línea’, los afectos surgidos de la espontaneidad y coincidencia en algún momento virtual o de encuentro presencial que paulatinamente es trasladado a los escenarios simbólicos de los asilos virtuales.

HERCAMLUISJA@GMAIL.COM